Una breve historia ecológica del Riachuelo

05 de Enero de 201113:42

El Riachuelo tuvo una larga agonía. No se mata un río con facilidad. Los ecosistemas luchan por salvarse, tienen mecanismos de autorregulación, aprovechan cada oportunidad que tienen para recuperarse hasta que finalmente sucumben. La contaminación fue su destino necesario.

Carlos V -que en su vida supo de su existencia- había ordenado que, al fundarse villas de este lado de la Mar Océana, se pusieran los establecimientos contaminantes aguas abajo de la población, para no afectar a los vecinos. Cumpliendo la orden, Garay los mandó al Riachuelo: carnicerías, pescaderías, lavaderos de lana y barracas de esclavos, inauguraron los primeros ataques contra sus aguas. Pero también procura que los establecimientos más contaminantes se ubiquen aguas abajo de la población. "Que los solares para carnicerías, pescaderías, tenerías y otras oficinas que causan inmundicias y mal olor, se procuren poner hacia el río o mar, para que con mayor limpieza y sanidad se conserven las ciudades". Para cumplir esta última ley, los saladeros y las barracas de cueros se instalaron en el Riachuelo, situado aguas abajo del casco antiguo de la ciudad de Buenos Aires. Por la misma razón, cuando se produjeron epidemias entre los negros esclavos que se traían a Buenos Aires, el virrey Arredondo dispuso que hicieran un período de cuarentena en el Riachuelo y que sólo pudieran bañarse en ese río.

 

En Buenos Aires, el centro del poder político está donde lo puso Juan de Garay: en la Plaza de Mayo. Y el centro de contaminación está también donde lo puso Garay: sobre el Riachuelo. Este dato puede darnos una idea de la enorme inercia de las funciones urbanas. A veces creemos que una ciudad cambia rápidamente, sólo porque se echan abajo unos edificios y se construyen otros nuevos. Pero la distribución de funciones en una ciudad -uno de los elementos más decisivos en la constitución del medio ambiente urbano- puede variar muy poco en el curso el los siglos. Lo que hagamos en una ciudad, para bien o para mal, está destinado a quedar allí.

 

Pero los peores de todos, los que mataron al Riachuelo, fueron los saladeros, que arrojaban al agua sus residuos, entre ellos las vísceras de los animales que mataban. Un olor a podrido envolvía permanentemente al Buenos Aires del siglo XIX, a pesar de los continuos reclamos de los ciudadanos. Lo que hoy es la Boca y Barracas era un inmenso matadero a cielo abierto, con montañas de residuos pudriéndose a la intemperie. Por todas partes había charcos de sangre, ratas y moscas.

 

En esa situación, el diario La Nación Argentina formulaba una de las primeras denuncias ecológicas: "El olor inmundo esparcido el domingo a la noche por toda la ciudad ha venido a recordarnos que los saladeros del Riachuelo continúan con autorización del gobierno sus pestíferas faenas y a delatarnos la contravención de los saladeristas a las disposiciones superiores que les prohíben arrojar las aguas de cola sin desinfectarlas previamente".

 

A principios de 1871 se declaró en Buenos Aires una epidemia de fiebre amarilla, cuyas causas aún no eran conocidas. Había, sin embargo, consenso en que el Riachuelo era el principal foco de riesgo sanitario y que era necesario limpiarlo. Una nota editorial publicada por ese mismo diario en ese momento dice: "El lecho del Riachuelo es una inmensa capa de materias en putrefacción. Su corriente no tiene ni el color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa, parece un torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta en el seno gangrenado de la tierra. Un foco tal de infección puede ser causa de todos los flagelos, el cólera y la fiebre. ¿Hasta cuándo inspiraremos el aliento y beberemos la podredumbre de este gran cadáver tendido a espaldas de nuestra ciudad?"

 

La sociedad porteña inicia una agitada polémica sobre la epidemia y sus causas. El diario El Nacional la atribuye a las condiciones sanitarias de los conventillos. La Nación insiste en la contaminación industrial del Riachuelo; el diario La Tribuna llama a incendiar los saladeros. Finalmente, se arriba a un consenso: antes que nada, había que solucionar el tema de la contaminación industrial y limpiar el Riachuelo. Con esa idea, se reúne la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, y realiza un debate antológico sobre el tema. Los argumentos son sorprendentemente actuales, como si no fuésemos capaces de agregar demasiado a esta polémica del siglo pasado. Los industrialistas sostenían que era sencillo depurar esos efluentes, y que bastaba con obligar a las fábricas a hacerlo. Del otro lado, les contestaban que el Poder Ejecutivo nunca tendría la fuerza política necesaria para hacerles cumplir la ley, y que el único recurso que quedaba era expulsar las industrias contaminantes del área. Finalmente, gana el punto de vista más extremo y los saladeros son erradicados.

 

En 1880, un viajero francés (H. Armaignac) visita Barracas y se queda asombrado del paisaje idílico de quintas forestadas, regatas y casas de fin de semana, que nos recuerda mucho al Delta en la actualidad. El reclamo social, expresado a través del periodismo, había hecho resucitar un río. Nos hemos extendido con lo ocurrido en 1871, porque fue la última vez que se hizo algo serio para mejorar la calidad de sus aguas.

 

En pocos años, los frigoríficos repitieron el desastre que habían hecho los saladeros. Y más tarde tuvimos el modelo de industrialización tipo capitalismo salvaje que testimonió Benito Quinquela Martín. Ante esa situación tuvimos una gran cantidad de anuncios, diseños, proyectos, consultorías y declaraciones. Lo que no tuvimos en más de un siglo fueron políticas públicas para reducir la contaminación.

 

Hace dos años, una sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó iniciar el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo. Cumpliendo ese mandato, se adoptaron algunas medidas como retirar barcos hundidos, limpiar las basuras flotantes, sanear basurales y censar industrias contaminantes. Sin embargo, hasta ahora las aguas siguen

bajando negras.

¿Calificaríamos de impacientes a los vecinos que vienen esperando desde hace más de un siglo?

 

Foro de la Salud y la Cuestión Social. Organizado por la Fundación FEMEBA. El tema de la jornada fue “Región Metropolitana Bonaerense. Una mirada a la Cuestión Ambiental: Cuenca del Riachuelo”

Extracto publicado por el periódico Salud para Todos. Enero/Febrero 2011; nº199; p.19. Post.Gabriel Negri.

 

 

 

 

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