Entrevista con Aldo Neri

07 de Septiembre de 200910:09

Cuando era médico rural, Aldo Neri no imaginaba que llegaría tan alto. Fue profesor de Salud Pública en la UBA durante nueve años. Más tarde, la dictadura del 76’ lo obligó a viajar por otros países como consultor internacional. Posteriormente, se incorporó al radicalismo, y asumió como Ministro de Salud y Acción Social del Dr. Raúl Alfonsín. Su proyecto principal fue la creación de un Sistema Nacional de Salud, lo que produjo una ferviente oposición de los sindicatos. 
    

 

En 1987 se retiró del Ministerio de Salud de la Nación y asumió como Diputado Nacional. Siempre se dedicó a trabajar en política social. Su último mandato como Diputado finalizó en 2005. Actualmente es Vicepresidente de la Asociación Argentina de Políticas Sociales. PROGRAMA INFOSALUD accedió a una entrevista exclusiva con este referente de la Salud y el sanitarismo en la Argentina.

- ¿Qué cambios hubo con respecto al modo de abordar las políticas de salud cuando Ud. fue Ministro y la manera en que se abordan hoy en día?
- Cambió sustancialmente la inspiración central, independientemente de lo que se haya logrado en uno u otro período. Nosotros estábamos abogando por un sistema de salud universalista, y mucho más igualitario, que abarcara a la totalidad de la población con servicios muy equivalentes en calidad y accesibilidad.
Hoy por hoy, está muy claro que la tendencia se dirige hacia una mercantilización creciente del área de la salud. Esa tendencia no está siendo contrarrestada por las políticas públicas, por el contrario, éstas son de resignación y aceptación. Además, hay un relegamiento cada vez mayor de la acción del Estado, porque en realidad la acción del Estado, salvo en las emergencias, no es negocio para nadie, ni económico ni político.
Los intereses políticos y económicos están por afuera de lo que hace el Estado, independientemente del discurso y de la retórica. Todo el mundo usa los mismos clichés, pero lo que define a las políticas son los hechos, no el discurso. El discurso es importante si hay coincidencia con los hechos, pero cuando hay contradicción, el discurso pierde importancia.
La mercantilización de la salud es consecuencia de los intereses creados.
El sindicalismo, que tiene un papel tan importante en salud, alimenta fundamentalmente el interés político y económico de las dirigencias. Para este modelo sindical es indispensable la obra social como funciona actualmente.
El sindicalismo, que tuvo un origen solidario y de grupo, se ha ido desvirtuando y está, en la práctica, muy asociado a los intereses comerciales de la medicina privada. Esto no es conveniente para la salud colectiva.
El maridaje que hay entre el sistema de las obras sociales y los intereses empresarios privados conducen a una mercantilización inexorable, y a una estratificación de la población en nichos de coberturas cada vez más diferenciadas, y condicionadas a la capacidad de pago. Una obra social administrada por una prepaga es una garantía de un servicio básico, y por encima de eso, existen planes diferenciales para los trabajadores de mayor capacidad adquisitiva.
La lógica de un seguro privado comercial cada vez impregna más al sistema de obras sociales.
En esta década, no hay políticas públicas significativas que hayan alimentado este sistema de mercantilización de la salud. En la década del 90’, claramente si.
Hoy lo que hay es indeferencia. Se hicieron algunas cosas buenas en salud, pero nunca apuntando a un cambio estructural.
En el período del matrimonio Kirchner, a pesar de haber tenido una buena gestión en Salud durante el Ministerio de Ginés González García, por desinterés político de la presidencia no hubo ninguna voluntad de cambio. A pesar de eso, con un Ministro idóneo y con buena agilidad política, se pudieron tomar iniciativas positivas en distintos campos específicos, como el de los medicamentos con el Programa Remediar, o en el campo de salud sexual y reproductiva.
Sin embargo, estaba claro que había un desmantelamiento de las relativas competencias del Ministerio de Salud. Le quitaron el manejo del PAMI, la supervisión de las obras sociales a través de la Superintendencia de Servicios de Salud, el APE, la Secretaría de Ambiente.
Este desmantelamiento estaba disimulado por una presencia ministerial importante como la de Ginés González García, pero cuando él se fue, todo esto se hizo más evidente.
Actualmente no hay una unificación de políticas a nivel nacional. Ante la emergencia de la Gripe A, el ministro de Salud Juan Manzur convocó al Consejo Federal de Salud para compensar la anarquía real que tenemos, con un federalismo mal entendido en el cual cada quien hace lo que puede. El gobierno central no manda los fondos a las provincias y éstas deben hacerse cargo del servicio de salud que se brinda con sus propios recursos. No hay una integración de la conducción, y hay una atomización de las decisiones.

-¿Cuándo Ud. fue Ministro, tuvo algún tipo de presión respecto a las medidas que tomó o pretendía tomar?
- Sí, tuve muchísimas presiones. Uno de los principales frentes de oposición fueron las empresas farmacéuticas, porque tuvimos que tomar algunas medidas drásticas respecto al tema de los medicamentos. Estábamos en plena inflación, los precios eran regulados por el Estado, había una altísima corrupción en la aprobación de nuevas especialidades medicinales y sobrefacturación de las importaciones.
Tuvimos que congelar los precios de los medicamentos y cerrar lo que, en aquella época, era el Instituto de Farmacología (pre ANMAT), porque aprobaba centenares de nuevas especialidades que estaban tarifadas. Además, trabajábamos en una comisión integrada por Economía, Industria, Ciencia y Tecnología y Acción Social para el control de la sobrefacturación de importaciones. No se tomaba ninguna decisión en el gobierno si no era analizada por esa comisión.
En el 85’, cuando mandamos al Congreso el proyecto de ley del Seguro Nacional de Salud, comenzó la guerra con los sindicatos.
Los sanatorios no hicieron oposición porque se veían como un prestador organizado que podía competir en un Seguro Nacional de Salud.
Por el contrario, los sindicatos se opusieron fervientemente porque esta ley recortaba significativamente su poder político y económico, democratizando las obras sociales.
El proyecto de Seguro de Salud era una especie de universalización del sistema de obras sociales, porque toda la gente iba a estar dentro de alguna obra social. Los descubiertos iban a ser incorporados vía obras sociales provinciales, con una financiación compartida entre el Gobierno Nacional y el Provincial.
Pero, además, había una reforma del sistema de obras sociales que presuponía que los trabajadores iban a elegir directamente las autoridades de esas instituciones, ya no iban a ser elegidas por la manipulación del sindicato. La idea era que existieran elecciones internas para designar al director de cada obra social, y esto implicaba un recorte real y necesario del poder político de los sindicatos.
El contexto tampoco ayudaba. Hubo 14 paros generales provocados por la mala situación económica que se estaba viviendo, y el tema del seguro universal de salud fue otro de los detonantes de esas protestas sindicales.
Fueron tres años de negociaciones, la medida se sancionó cuando Alfonsín ya se estaba yendo.

-¿Esa fue una de las cuestiones por las cuales tuvo que dejar su cargo como Ministro de Salud?
- Yo dejé el cargo por una reorganización interna del gobierno. Creo que el Presidente tenía bastantes presiones, pero lo comprendí y era mi deber respaldar sus decisiones. Luego me hice cargo del Proyecto del Sur, del traslado de la Capital a Viedma y, finalmente, asumí como Diputado.
En el Congreso, al final del gobierno de Alfonsín, me tocó ser el informante de las dos leyes en las cuales se dividió el Proyecto del Seguro Nacional de Salud.
El sindicalismo quería una ley propia para el manejo de las obras sociales, y otra ley para incluir a quienes no tenían cobertura de salud. Así se hizo.
La Ley de Reforma de las Obras Sociales se atenuó muchísimo, al gusto de los sindicalistas. Si yo hubiera seguido en el Ministerio, me hubiera tenido que ir por propia convicción, porque no estaba de acuerdo con las excesivas concesiones que se hacían.
La Ley de Seguro Nacional de Salud se sancionó aparte. Nosotros aspirábamos a mucho más, pero esto era lo posible en aquel momento.

- ¿Por qué Brasil si logró generar un Sistema Único de Salud? ¿Cuáles son las diferencias con el caso argentino?
- Las diferencias son fundamentalmente culturales, y también se hallan en la estructura de poder social. Argentina es un país altamente corporativizado. A partir de la crisis del 30’, el sistema político nacional fue reemplazado en los hechos de poder por la negociación entre las corporaciones. Todo esto es producto de las fallas de la democracia argentina.
Brasil ha tenido, en general, mucha más continuidad de políticas. Hay corporaciones en Brasil, pero no se desmesuran. Los sindicatos no tienen el manejo directo de las obras sociales.
Además, hay un proyecto de país que está muy arraigado en todos los ciudadanos, y en todas las clases sociales.

- ¿Cuál es su opinión con respecto a las políticas de salud llevadas a cabo en los últimos años?
- Me tocó ser Diputado durante un buen período de la Presidencia de Néstor Kirchner, hasta fines de 2005. Respaldé muchas de las iniciativas, pero siempre con una colaboración crítica.
Creo que con la ley de genéricos nos quedamos cortos. Durante las discusiones en la Cámara se había planteado que íbamos a cambiar el sistema regulatorio de los medicamentos, que tiene en vigencia todas las leyes sancionadas en los 90’, ultraliberales y de mercado abierto. Además, planteábamos la necesidad de modernizar la Ley Oñativia. Sin embargo, no pudimos conseguir que el tema fuera tratado.
Ginés fue inicialmente a una confrontación con las empresas farmacéuticas, y éstas aumentaron considerablemente los precios de los medicamentos. El gobierno tenía que hacer algo.
Luego, se fueron al otro extremo. Ginés no podía hacer nada sin respaldo presidencial. Se arregló con las Cámaras empresariales, que no querían cambios en el sistema regulatorio.

- ¿Por qué pareciera que siempre se actúa luego de que surgen los problemas (por ejemplo, con el tema del dengue o de la gripe a)? ¿Hay una política de prevención en Salud?
- La estructura de salud está absolutamente desintegrada. La lentitud de respuestas tiene lugar porque no estamos organizados. El sistema de obras sociales y el sistema privado no están incorporados a la emergencia.
En un esquema de sistema unificado, el sector privado automáticamente se incorpora como un prestador más, como es el hospital público. Así, se multiplica la capacidad de respuesta.
Es necesario que en la agenda política se incluya un proyecto para revisar la estructura del Servicio de Salud en la Argentina. Lo peor, es que socialmente nos hemos habituado a la situación, y ya no está presente en la memoria de la sociedad la posibilidad de discutir una reforma.
Ahora no se quiere reformar nada, lo único que se discute es qué tajada le toca a cada uno.
Hay que empezar a tratar una reforma profunda abiertamente, donde cada bloque político lleve su propuesta.
Lo que está pasando en Salud, es parte de un proceso de deterioro que venimos sufriendo en nuestro país. El crecimiento de la desigualdad en la Argentina, es un proceso que se expresa en todos los componentes de la calidad de vida de la gente, Salud es solo un ejemplo de lo que sucede en casi todas las áreas. Reducir la desigualdad social en nuestro país, es un gran desafío. No basta únicamente con disminuir la pobreza, se trata de generar equidad en las oportunidades. Para esto se, necesitan políticas muy enérgicas y que persistan a pesar de los conflictos que originen.
 
 

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