Distinguen a médicos federados

05 de Julio de 201213:52

En el marco de la celebración del 70º aniversario, FEMEBA brindó un reconocimiento a los médicos con más de 50 años en la Federación. Fueron distinguidos los doctores Armando Bruno y Héctor Ladenheim, de la Asociación Médica de Avellaneda, junto con Amilcar Sosa, y Miguel Alberto Martorelli, de la Asociación Médica de Bahía Blanca y Francisco Di Modica, del Círculo Médico de Merlo, Marcos Paz y Las Heras.  Encabezaron el acto,  el Presidente de FEMEBA, doctor Guillermo Cobián, el Vicepresidente, doctor Liberto Castilha, la Secretaria de Hacienda, doctora María Verónica Schiavina y el Secretario Gremial y de Trabajo Médico, doctor Roberto Dávila.

LOS TESTIMONIOS 

El doctor Armando Bruno estudió medicina en la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA)  y se graduó en 1961. Con orgullo dice que el título se lo entregó el entonces rector de la UBA, Risieri Frondizi, un destacado intelectual que además de ser el hermano del ex presidente Arturo Frondizi, inició la construcción de la ciudad universitaria, promocionó las actividades de investigación, fundó la editorial EUDEBA y creó la Escuela de Salud Pública.

Nos cuenta que luego se dedicó a la clínica médica. Recuerda la excelencia de sus profesores y es un agradecido a sus colegas porque “la medicina sin colegas no existe, porque es fundamental rodearse de colegas, de profesores”, sostiene.

Mantiene un entrañable recuerdo de las primeras etapas de su trabajo ad honorem en el Hospital Fiorito, donde llegó a ser Jefe de los Consultorios Externos, al tiempo que trabajaba en un centro de la salud de la isla Maciel, una de las villas miserias más antiguas de la Argentina. “Trabajaba en el hospital Fiorito y después en la isla Maciel. En la villa teníamos reuniones semanales con distintas especialidades. Además estaban lo que llamo las enfermeras sanitarias, que salían del centro de salud y se metían en las villas para enseñarles a las madres cómo alimentar a sus hijos, no darle mate cocido a los 6 meses, enseñaban verdaderamente como alimentarlos . En esa época podíamos entrar por la isla Maciel, caminar o ir con el auto”.

Tuvo otra etapa laboral como médico en el Sindicato de la Carne. Tiempo después, la obra social del sindicato lo envió a Entre Ríos y allí  trabajó en la localidad de Santa Elena.

Con respecto a la relación médico-paciente, rescata la necesidad que el médico hablé con el paciente, le dedique tiempo. “Antes el 60% del diagnóstico salía de hablar con el paciente, el resto correspondía al examen. Teníamos un cirujano, que no recuerdo el nombre, pero venía un paciente, le tocaba la barriga y nos decía qué pasaba y qué hacer. Ahora la medicina es otra, no creo que se hable mucho con los pacientes. Entiendo que el médico moderno también tiene otros problemas, uno se pone mal por algunas situaciones, pero no podemos desconocer que hay problemas”.

El doctor Bruno nació y vive en Avellaneda. Trabaja en su consultorio particular y se preocupa por los problemas de accesibilidad a la salud que tienen los argentinos.

Recuerda con afecto a los dirigentes de la Asociación Médica de Avellaneda y guarda respeto hacia la actual conducción. “No quiero nombrarlos, porque sería injusto olvidarme de alguno”.

Otro entrevistado, fue el doctor Amilcar Sosa. Tiene 75 años. Nació en Bahía Blanca. Se graduó de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), en 1960. “Luego de recibirme, trabajé en el Hospital Rivadavia, en la sala del doctor del Castillo y en 1962 comencé como médico en Bahía Blanca, en el Hospital Municipal, donde ejercí la medicina hasta el 2005”.

Actualmente atiende su consultorio particular de lunes a jueves. Cuenta que trabaja con tres de sus hijos, una es psicóloga, otra médica y su hijo que es también endocrinólogo. Un cuarto hijo es visitador médico en Comodoro Rivadavia, otra estudia nutrición en Buenos Aires y otra hija que es comerciante.

En su época de estudiante universitario fue, a lo largo de 5 años, compañero de pensión de Felipe Glasman.

Como nota de color recuerda que trabajó con Guillermo Jáuregui, otro endocrinólogo, quien ganó junto con Emilio Palacio, el famoso concurso televisivo Odol Pregunta, (dirigido por el locutor Cacho Fontana. Los dos finalistas Guillermo Jáuregui y Emilio J. Palacio se repartieron un millón de pesos.)

Reconoce que tiene una gran vocación por la medicina pero no por la actividad gremial y por esa razón sostiene que si bien pertenece a la Asociación, dice que hay más personas capacitadas para la función gremial.

A la hora de reflexionar sobre las ventajas y desventajas del trabajo médico, cree que cuando uno tiene vocación no ve lo malo. Hoy su preocupación es no perder el gusto por la medicina.  “El día que no atienda al último paciente de la misma manera que al primero, me dedicó a otra cosa”. 

Este es el 5 año que con su hijo Lucas, organizan en la Asociación Médica de Bahía Blanca, un curso de actualización y controversia en endocrinología para médicos clínicos.

En tanto, el doctor Héctor Landenheim, se recibió en la UBA en 1954. Le resulta agradable recordar sus tiempos de estudiante y evoca la gran figura del doctor Bernardo Houssay (1887-1971), de quien fue su alumno.

De sus inicios dice “que por entonces no había residencias médicas, así que comencé a trabajar de inmediato en clínica médica”.  Pertenece a la Asociación Médica de Médica de Avellaneda, de cuyos dirigentes guarda un gran respeto por la dedicación a la ardua tarea que implica la defensa del trabajo médico.

Afirma que “desde hace más de un año que no ejerce la medicina” y rescata “que el avance de la tecnología evita errores. Evoca a la figura del médico de familia, a quien la gente acudía de inmediato ante un problema de salud.

Por su parte, el doctor Miguel Martorelli, nació en Bahía Blanca y se graduó en 1959, en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “Después del servicio militar obligatorio, creo que estaba en segundo año de la facultad y un amigo me invitó a ir como pasante al Hospital de Niños, Sor María Ludovica, de La Plata. Iba todos los días, aprendía, estuve allí hasta 1959”.

Hacia la década del 60 vuelve a su ciudad natal y comienza a trabajar ad honorem en el Hospital Municipal Infantil. “Fui el primer especialista en pediatría y cirugía infantil con título en Bahía Blanca. No existía ese servicio. Se trabajaba muy bien y hacíamos muchas cirugías”.

Para el doctor Martorelli, no todo tiempo pasado fue mejor, pero marca las diferencias. “Mi hijo, médico, hace operaciones que en mi época eran impensables. Recuerdo la novedad que significó una operación de esófago. Por eso, desde la técnica podemos decir que hay muchos avances. Ahora, también veo el deterioro o el cambio de la relación médico-paciente. No solo nos trataban con más respecto, sino que uno gozaba de la amistad de muchos pacientes. Así, cuando uno hacía la visita, en la mayoría de los casos entraba a la casa de un amigo”.

De las entidades gremiales remarca su importancia, pero dice que “nunca tuve tiempo para la tarea gremial. Tuve muchos amigos en la profesión y en el campo gremial. Felipe Glasman era un amigo, atendí a sus hijos y además tenemos por mi mujer, una relación de parentesco. Lo mismo con Jorge Ochoa, me honró su amistad y fui médico de sus hijos”.

El doctor Martorelli inauguró en 1960, en la casa de sus padres, el consultorio que aún tiene y trabaja, aunque también lo usa su hijo. “La vida médica me dio grandes satisfacciones, me sentí querido y agradecido”.

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