¿La salud? … bien, gracias.

11 de Junio de 201310:34

El doctor Juan Manuel Sáenz Cavia vive en Tres Algarrobos, partido de Carlos Tejedor. Sin embargo su historia de médico rural comienza en Timote, una pequeña localidad perteneciente al mismo Partido. Otra historia que merece ser contada.

Sáenz Cavia aclara antes de la entrevista que no es cirujano y que nunca desarrolló una técnica quirúrgica, según dan cuenta algunas publicaciones. Nos dice que nació el 12 de junio de 1941, festividad de Corpus Christi, en Rodríguez Peña 1385, en la por entonces Capital Federal. “Fui bautizado en la Iglesia Católica en el Templo de San Ignacio con los nombres de Juan Manuel Ignacio. Mi papá Juan Manuel fue empleado del Consejo Nacional de Educación y mamá Tomasa Josefa Soler fue docente y se jubiló como directora. Mi única hermana Adela Josefina murió a los 22 años cuando cursaba el tercer año de medicina”.

Confiesa casi con orgullo que en la primaria pese a ser buen alumno tuvo mal comportamiento y como correspondía a la época, en “el haber” cuenta con múltiples tirones de pelo, coscorrones y campanillazos. En la secundaria “fui un desastre porque perfeccioné el mal comportamiento y dejé de ser buen alumno. En cuarto año me llevé siete materias y gané 20 amonestaciones. Todas las materias que di las aprobé en el turno de diciembre, algo que corrobora mi nivel de vagancia”.

En el transcurso del relato reflexiona y afirma que “cuando converso con mis hijos (Adela, Inés, Ignacio, Juan Manuel, Martín, Nicolás y Cecilia) y con mis hijos políticos, les digo que a veces es bueno tener que dar exámenes en el secundario porque abren a uno la mente para preparar la materia completa y exponerla frente a una mesa examinadora; cosa que tendrá que hacer indefectiblemente en la Universidad”.

Rescata de esa gloriosa época del secundario a muchos amigos y a profesores. “Me abrieron la mente como el profesor de literatura. Rafael Squirru, un grande, y Don Vicente Pancho Sierra, sus clases de revisionismo histórico, fueron tal vez decisivos para mi ingreso en el nacionalismo católico.

El Salvador es su segunda casa. Cursó la escuela primaria, el secundario y luego la Universidad, a la que ingresó en 1960. Rindió exámenes de reválida, y se graduó de médico en 1967. “Fuimos la primera Facultad de Medicina en imponer el Internado Rotatorio antes de obtener el título”.

Se considera un producto químicamente puro de los jesuitas. Además en 1967 se casó con su esposa Susana en la iglesia del Salvador y curas jesuitas bautizaron a sus hijos.
Del Papa Francisco recuerda que “coincidí con Bergoglio en el año 1966, él era maestrillo, daba clases en el secundario y yo estaba cursando el internado rotatorio”.

La política y la medicina como vocación


A Sáenz Cavia le gusta la política. Proviene de una familia que siempre estuvo políticamente comprometida, donde hubo desde diputados hasta constituyentes.

Nos habla de la persecución religiosa del 1955, de la quema de las Iglesias, de los sacerdotes y compañeros presos. En el orden internacional señala como muy importante en su vida la revolución húngara de 1956, un movimiento de alcance nacional contra el gobierno de la República Popular de Hungría y sus políticas impuestas desde la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). El tema lo apasiona y entre recuerdo y reflexión dice: “Nosotros, estábamos políticamente muy involucrados. Queríamos hacer valer nuestros derechos”. Tanto él como sus amigos participaron activamente, con tan solo 17 años, en las concentraciones ante el Congreso defendiendo la enseñanza Libre en aquellas jornadas de “Laica o Libre”.
 “Comencé a interesarme por el Nacionalismo, idea política que sigo manteniendo pues no participo para nada de la partidocracia y creo, como los griegos, que una República debe ser conducida por “el gobierno de los mejores”.

 “La medicina me marcó desde chico cuando decía que iba a ser médico, quizá por mi abuelo Manuel, mi tío Domingo, dos de mis primos y mi hermana. Desde que hacía guardias en el hospital Salaberry antes de recibirme, fui un tipo de hospital. Mi mujer dice que el hospital es mi primer amor y como todos los amores me dio alegrías y penas”, señala con énfasis.
Su examen de Reválida le permite esta reflexión:
“Empecé mi carrera con una litiasis biliar diagnosticada con una colangiografía transparietohepática (estudio bastante traumático porque había que perforar la pared abdominal para entrar al hígado) y después de 46 años de carrera puedo arribar al mismo diagnóstico de litiasis biliar con por lo menos 5 ó 6 medios diagnósticos.”

Su historia de médico rural comienza cuando él y Susana, allá por julio de 1967, llegan al Timote, un pequeño pueblo de 800 habitantes perteneciente al partido de Carlos Tejedor. Un pueblo conocido también porque en 1970 en la casa quinta La Celma, fue encontrado el cadáver del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, asesinado por la organización guerrillera Montoneros. Al respecto menciona que tuvo como paciente a una extraordinaria mujer, tía de Carlos Gustavo Ramus, uno de los fundadores de ese grupo guerrillero.

En su memoria guarda la llegada a Timote en un De Carlo, un pequeño auto fabricado en la Argentina por BMW entre 1962 y 1965. “Después lo cambiamos por un Citroën 3 CV. El De Carlo tenía motor trasero y los caminos de tierra le lijaban el motor”.

¿Por qué Timote?

Porque necesitaban un médico y nos daban la casa contigua a la Unidad Sanitaria.
Fueron más de 2 años duros pero hermosos. Teníamos luz solamente cuatro horas a la mañana y a la tarde de 16 a 22. Fuera de ese horario nos arreglábamos con faroles sol de noche, hasta para hacer los partos. “Parece mentira que me arreglara sólo con una enfermera (idónea, por supuesto) para todo lo que podía hacer”.
Desde 1969 vive en Tres Algarrobos, en el partido de Carlos Tejedor, su lugar en el mundo. Recuerda el esfuerzo que hicieron con Susana para educar a sus 7 hijos, construir la casa y enfrentar todas crisis económicas por las que atravesó el país.

Cataloga de “ecuación catastrófica” a los prolongados períodos en los que no sabían cuándo, cuánto, cómo, ni qué cobraban. “Así vivimos los médicos, especialmente los rurales, durante varias décadas y aunque mal de muchos consuelo de tontos, es reconfortante saber que no es solamente uno el que padece el sistema”.

La vida comunitaria lo encuentra participando en Tres Algarrobos de muchas actividades además de la medicina. Desde hace 40 años es el médico del plantel de Fútbol Club local. También fue su presidente durante dos períodos.

Susana y Juan Manuel rescataron del olvido la Biblioteca Bernardino Rivadavia que ahora cuenta con sede propia, bibliotecaria y hoy tiene casi 20.000 volúmenes. También con Susana y otros dos amigos durante casi tres años escribieron, diagramaron y editaron la revista “Pinceladas Tresalgarrobenses. Intentó, sin éxito, con sus cuatro varones y sus amigos un equipo de rugby (deporte que practicó de joven y del que rescata entre otras cosas el valor de la amistad, la ética, el aprender a trabajar en grupo, el sentido de la obediencia y el atenerse con firmeza a reglas).

Durante mucho tiempo formo parte del Consejo Económico Parroquial San José y participo activamente en la formación del Centro para la Autonomía de Tres Algarrobos (C.A.T.R.A.), anhelo que estuvieron muy cerca de conseguir gracias a un trabajo muy completo y exhaustivo que fue presentado en la Cámara de Diputados.

El abecé del médico rural

Saenz Cavía conoce cuales son los aspectos más negativos para ejercer la medicina en localidades del interior:
La primera derivación. Si la complejidad del caso lo requiere  habrá que derivarlo. Ahí comienza el suplicio. Si el paciente no tiene recursos y va por vía hospitalaria puede requerir 6 ó 7 horas de constantes llamados a distintos centros. No hay cama, no tienen ese especialista o ese día no vino o cualquier argumento de dudosa veracidad. Por ejemplo trato de derivar una joven de 15 con un traumatismo de cráneo con lesión encefálica, muy común en los accidentes de motos.

Después de varias horas de fracasos opto por llamar a la Intendente que me consigue en media hora un lugar donde la misma médica me había dicho unas horas antes que no tenían neurocirujano. Llegué con el paciente, gran disgusto de la médica de terapia, cuando me estaba retirando estaban mirando la tomografía axial computada (TAC) con el neurocirujano. Es una gran tensión. Horas y horas llamando por teléfono, repitiendo la patología del paciente, esperando, llamar una vez más a los 20 minutos. Mientras, el paciente agoniza.


Es un gran problema la municipalización de la salud (las fronteras interiores de la salud, como dijo un amigo), pues eso impide derivaciones entre hospitales municipales. También de una provincia a otra.


Yo creo que la salud es una problemática nacional. Debiera existir un ente que tenga de manera permanente la disponibilidad de camas del país según especialidad y complejidad y la derivación saldría en forma automática.
Me hago cargo que las comunas luchan por sus hospitales locales pero a través de la coparticipación o lo que fuere, debería haber una red nacional de salud. Ni hablar si la derivación es doble: madre embarazada con parto prematuro o no hay cama o no hay cuna o no tiene neonatología.


Un cuento. Hace muchos años (yo era director de nuestro hospital) me llaman a la madrugada de un hospital municipal cercano, con muy mala onda, para confirmar quién iba a pagar los gastos que generaría una paciente con amenaza de parto prematuro que les querían derivar. Yo no entendía nada: 1°) La paciente estaba en un tercer partido que era el que la quería derivar (por carecer de neonatología), de modo que yo no sabía de su existencia. 2°) Pretendía, nosotros ni éramos la cabeza de partido, que lo llamara al intendente para que les mandara un fax firmado por él en que se hacía cargo de los gastos. Yo le expliqué que tenía que dirigirse a Carlos Tejedor y final. ¿La salud? bien, gracias.


Hace también unos cuantos años, nos visitó el ministro de Salud de turno y aproveché para entregarle como Director del hospital, un trabajo que había hecho sobre “La regionalización de la Salud” en el cual presentaba las falencias del sistema y las posibles soluciones que se me ocurrían. La verdad que apuntaba a que “arriba” se enterara del problema crítico por el cual atravesábamos todos los médicos rurales. ¿A usted le contestaron? ¿Me contestaron a mí? Ni bolilla me dieron, ni siquiera acusaron recibo. ¿La salud?...bien, gracias.
Este asunto de la derivación me tiene medio obsesionado. Al ejercer en un pueblo pequeño (Tres Algarrobos tiene 3.500 habitantes) uno es el último eslabón de la cadena sanitaria. Eso quiere decir que tiene que derivar todo lo complejo. Hay veces que el médico que te recibe lo toma como si te estuviera haciendo una caridad, como si  estuvieras sacándote un “clavo” de encima.


Una vez llevé una beba Down hasta una ciudad a casi 400 kilómetros con una neuropatía a unidad de terapia intermedia pediátrica. Me quedé esperando a que la revisara y como no me decía nada le pregunté, cortésmente, si me podía ir. Con bastante brusquedad me contestó: – ¡ahora te vas! - como si estuviera huyendo. Mira – le dije -yo cumplí mi parte, casi 4 horas de ambulancia, ahora es tu turno.
La segunda cuestión, negativa. La crítica de los colegas, aunque debo reconocer que  mejoró sustancialmente. 

Críticos eran los de antes. Había y lamentablemente aun quedan. Podemos clasificarlos en dos niveles. Quienes esperan tu error para hacerte sonar y los más refinados, que si no hay error, lo inventan. Tengo en mente un colega mostrándole una placa a su paciente diciendo el siguiente comentario: -que raro el doctor. Fulano, tan buen médico, que se le haya escapado esto-. Un refinamiento en la crítica.


La tercera cuestión negativa. Los pacientes que te dejan. Ahora después de toda una carrera médica lo noto más. Esta vivencia es algo propio de los pueblos pequeños, pues la relación médico- paciente es mucho más estrecha,  relación que va mucho más allá de la salud; se mezcla con lo cotidiano, con lo vivencial… Uno comparte con ellos misa, banco, café, cancha, hijos, picnic, quermés, fiesta de egresados. Son mis pacientes, uno se siente dueños de ellos, pero cambian. Mirá Fulanito, de no creer. Duele.


La cuarta cuestión es la gran desventaja tecnológica que padecemos. Sabido es que el 80% de las consultas de la atención primaria de la salud se pueden resolver en un consultorio: oreja y saliva.
Reivindico la saliva porque hay que hablar, decir lo necesario, explicar, aconsejar. Es ahí donde hacemos la diferencia. También reivindico la oreja porque me tocó infinita cantidad de veces hacer de director espiritual de mis pacientes, escuchar, debe ser una de las primera cualidades de un buen médico. Tenemos una educación superior, sin eufemismos, y aquí es donde debemos devolver lo que recibimos. Tenemos un compromiso y es mejorar el medio, a eso nos debemos no solamente curar y prevenir.
 
                                                                                                                               César Mc Coubrey


 

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