Dra. Ana Maria Cusumano

05 de Agosto de 201511:50

En esta oportunidad nos trasladamos hasta el Barrio de Saavedra, en la Ciudad de Buenos Aires, donde funciona el Instituto Universitario del CEMIC (Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas). Allí nos encontramos con la Decana de su Escuela de Medicina, la Dra. Ana María Cusumano. Si bien ésta referente de la Nefrología hoy reparte su tiempo entre su ciudad de origen, Pergamino, y Buenos Aires, su vida transcurrió en más escenarios.

¿Nació en Pergamino?

No. Nací en Italia y vine a vivir a la Argentina a los ocho meses. Somos sicilianos, de Castelvetrano. Mi padre vino al mes de casarse con mi madre, y más tarde vino ella conmigo en barco. Vivimos un tiempo en pensiones en Buenos Aires, después en una casa común con mi abuelo en Pergamino, en la calle Gral. Paz. Es una historia llena de detalles interesantes, es para hacer una película.

Estudió en la Universidad Nacional de Rosario. ¿Por qué eligió esa ciudad para estudiar?

Soy primera camada de escuela comercial, lo que me obligó a elegir Rosario en detrimento de La Plata, ya que la de esa ciudad era la única universidad que me aceptaba como perito mercantil. No me arrepiento de haberla elegido, ya que viví una etapa muy interesante y formadora ahí, entre los años 1966 y 1973. En las universidades se discutía, se polemizaba todo el tiempo. Éramos una generación muy solidaria y participativa, que no estaba focalizada en lo individual. Eran tiempos tumultuosos en el país, y Rosario tenía una cosa que Buenos Aires no, que era la comunidad universitaria. Todo el barrio que rodeaba la Facultad de Medicina estaba lleno de estudiantes que vivíamos ahí, entonces era todo el tiempo salir a la calle y encontrarte con compañeros, ir a la casa de alguno. Caía alguien a tu casa a la 1 de la mañana con la guitarra y se armaba una peña. Vivíamos como una verdadera comunidad universitaria. Hoy en día eso no existe en ningún lugar del país. Además se estudiaba en grandes grupos, no existía el estudiante solitario.

Me habla muy apasionada sobre su época de estudiante. ¿Hoy las cosas son distintas?

Mis padres eran inmigrantes trabajadores, mi madre enfermera y mi padre maestro mayor de obra. En mi casa había cultura de trabajo, mi padre estudió siete años de noche. Viví el esfuerzo que hicieron para estudiar y para progresar. Éramos muy pobres, a la mañana no sabíamos si ese día íbamos a cenar. No se me hubiera ocurrido no estudiar sabiendo el esfuerzo que significaba para mi familia mantenerme en Rosario, era un compromiso para mí. Hoy los chicos están menos comprometidos porque no los educamos con esa carga.

Debe tener muchas anécdotas de esa época…

Claro… Pero muchas no se pueden contar. Te cuento una de cuando vivía en Rosario, jugábamos al póker por moneditas, y monedita va monedita viene me quedé sin mi mensualidad. Y cuando se terminaba la mensualidad, se acabó. Ese día juré nunca más jugar por plata, cosa que he cumplido prolijamente. Viví el resto del mes a arroz con margarina, que era lo único a lo que tenía acceso. Es curioso como con moneditas se puede perder todo. Ese mes lo de la yerba puesta a secar se convirtió en una realidad.

¿Dónde siguió su vida tras recibirse?

Me casé en 1975 en Rosario y nos mudamos a Buenos Aires porque Rosario se había vuelto muy peligrosa. Pero acá el problema era sobrevivir, porque vinimos sin trabajo. Llegué a hacer 4 ó 5 guardias por semana. En el campo de la Nefrología entré de casualidad por un reemplazo y me gustó. Una vez asegurada la supervivencia hice la especialidad en la Universidad de Buenos Aires. Siempre me gustó la clínica y la Nefrología es la más clínica de todas las especialidades. Hasta el día de hoy me sigue apasionando, pese a que la ejerzo mucho menos.

¿Cómo llegó al CEMIC?

Llegué a través de la carrera docente, que terminaba con el Doctorado. Quería hacerlo acá y por suerte me recibieron con los brazos abiertos. En 1990 me pidieron si podía hacer un reemplazo y a los tres meses me pidieron que me quedara. Y estoy hace 25 años. Tengo un régimen bastante libre porque cumplo una función acá más que un horario, lo que me permite ir todas las semanas a Pergamino a trabajar en la Clínica de esa ciudad, lo que hago desde 1976.

¿Qué diferencias tiene su trabajo en Pergamino con el de Buenos Aires?

En el CEMIC la atención médica está basada en el sistema de residencias, lo cual la convierte en una entidad con muchísima actividad docente. Esto implica reuniones, clases, charlas,  ateneos, cursos, cosas que a uno lo mantienen actualizado. En Pergamino la actualización depende de cada uno, y eso se hace difícil de mantener en el tiempo. Las residencias movilizan, hacen que todos participen de un modo o de otro, se debate permanentemente. En el servicio de Pergamino que dirijo logramos eso, nos reunimos todos los sábados, charlamos y discutimos los casos, pero no es habitual en todos los servicios de Pergamino por ahora. Hoy la formación continua es una competencia que uno no puede evitar. De todos modos la medicina de Pergamino es muy buena, es mucho más personalizada. Por otro lado, la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) está brindando una herramienta que la comunidad médica debería aprovechar.

¿Cuál es la parte preferida de su trabajo?

Definitivamente la hemodiálisis. Me llevo muy bien con el paciente crónico, al cual se le puede brindar una esperanza. No me atraen los pacientes agudos, no me atrae la adrenalina del paciente que está en terapia intensiva. La época más feliz de mi vida fue cuando dejé de hacer terapia intensiva. Me gusta sentarme, conversar con el paciente, analizarlo globalmente, ver qué le está pasando en cada parte de su cuerpo. Creo que el médico debe ejercer la contención. Es poco lo que curamos y mucho lo que ayudamos a superar. El riñón es un órgano muy noble que en la mayoría de los casos no protesta hasta que es demasiado tarde. Hoy la diálisis salva millones de vidas.

¿Y en cuanto a la actividad docente?

Soy docente aquí hace casi 15 años, y desde el 2010 soy Decana. Soy responsable de ver cómo marcha cada carrera. Doy Medicina Interna, fui coordinadora del Ciclo Clínico Quirúrgico. En el medio organicé el Curso Avanzado de Hemodiálisis de la Sociedad de Nefrología, que dirigí durante 6 años. Trabajé en las sociedades científicas y escribí 2 libros sobre la temática. Pero hoy el sistema de enseñanza está cambiando, la información se encuentra en cualquier lado así que hay que replantearse las formas. Creo que mi generación produjo muy buenos médicos, así que el sistema anterior también funcionaba. Es que la gente brillante aprende con cualquier sistema, pero la enseñanza tiene que ser inclusiva para que todos avancen. El desafío es enseñar a pensar.

Le pregunto qué disfruta además de su actividad laboral y me habla de sus hijos. Me cuenta que son adultos, uno ya vive solo y la otra se irá a la brevedad. “Me gusta tener la casa a mi disposición y estar sola. Nunca me aburro, siempre tengo cosas que hacer. Soy una lectora empedernida, me encantan los policiales y la ciencia ficción. En una época pinté, además saco fotos”. Me señala unas fotos colgadas en la pared, me cuenta que son de Guatemala, Ecuador y Cabo Verde. “Me gustan las fotos no preparadas, espontáneas, escenas que uno capta”.

Por último, le pido indicaciones para cuidar mis riñones. “No hay indicaciones específicas, de vez en cuando un análisis de orina y de sangre, tomar agua suficiente. Después de los 50 años controlarse la presión regularmente, no engordar, hacer actividad física. Es decir, hacer una vida saludable, nada distinto a lo que se recomienda para otras enfermedades. La vida saludable es lo único que prolonga la vida”. Y como manda el dicho, en casa de herrero cuchillo de palo. “Nunca me hice un análisis de orina. El día que me anime me lo haré yo misma”.
¿Nació en Pergamino?
No. Nací en Italia y vine a vivir a la Argentina a los ocho meses. Somos sicilianos, de Castelvetrano. Mi padre vino al mes de casarse con mi madre, y más tarde vino ella conmigo en barco. Vivimos un tiempo en pensiones en Buenos Aires, después en una casa común con mi abuelo en Pergamino, en la calle Gral. Paz. Es una historia llena de detalles interesantes, es para hacer una película.
Estudió en la Universidad Nacional de Rosario. ¿Por qué eligió esa ciudad para estudiar?
Soy primera camada de escuela comercial, lo que me obligó a elegir Rosario en detrimento de La Plata, ya que la de esa ciudad era la única universidad que me aceptaba como perito mercantil. No me arrepiento de haberla elegido, ya que viví una etapa muy interesante y formadora ahí, entre los años 1969 y 1973. En las universidades se discutía, se polemizaba todo el tiempo. Éramos una generación muy solidaria y participativa, que no estaba focalizada en lo individual. Eran tiempos tumultuosos en el país, y Rosario tenía una cosa que Buenos Aires no, que era la comunidad universitaria. Todo el barrio que rodeaba la Facultad de Medicina estaba lleno de estudiantes que vivíamos ahí, entonces era todo el tiempo salir a la calle y encontrarte con compañeros, ir a la casa de alguno. Caía alguien a tu casa a la 1 de la mañana con la guitarra y se armaba una peña. Vivíamos como una verdadera comunidad universitaria. Hoy en día eso no existe en ningún lugar del país. Además se estudiaba en grandes grupos, no existía el estudiante solitario. La comunicación era solo personal.
Me habla muy apasionada sobre su época de estudiante. ¿Hoy las cosas son distintas?
Mis padres eran inmigrantes trabajadores, mi madre enfermera y mi padre maestro mayor de obra. En mi casa había cultura de trabajo, mi padre estudió siete años de noche. Viví el esfuerzo que hicieron para estudiar y para progresar. Éramos muy pobres, a la mañana no sabíamos si ese día íbamos a cenar. No se me hubiera ocurrido no estudiar sabiendo el esfuerzo que significaba para mi familia mantenerme en Rosario, era un compromiso para mí. Hoy los chicos están menos comprometidos porque no los educamos con esa carga.
Debe tener muchas anécdotas de esa época…
Claro… Pero muchas no se pueden contar. Te cuento una de cuando vivía en Rosario, jugábamos al póker por moneditas, y monedita va monedita viene me quedé sin mi mensualidad. Y cuando se terminaba la mensualidad, se acabó. Ese día juré nunca más jugar por plata, cosa que he cumplido prolijamente. Viví el resto del mes a arroz con margarina, que era lo único a lo que tenía acceso. Es curioso como con moneditas se puede perder todo. Ese mes lo de la yerba puesta a secar se convirtió en una realidad.

¿Dónde siguió su vida tras recibirse?
Me casé en 1975 en Rosario y nos mudamos a Buenos Aires porque Rosario se había vuelto muy peligrosa. Pero acá el problema era sobrevivir, porque vinimos sin trabajo. Llegué a hacer 4 ó 5 guardias por semana. En el campo de la Nefrología entré de casualidad por un reemplazo y me gustó. Una vez asegurada la supervivencia hice la especialidad en la Universidad de Buenos Aires. Siempre me gustó la clínica y la Nefrología es la más clínica de todas las especialidades. Hasta el día de hoy me sigue apasionando, pese a que la ejerzo mucho menos.
¿Cómo llegó al CEMIC?
Llegué a través de la carrera docente, que terminaba con el Doctorado. Quería hacerlo acá y por suerte me recibieron con los brazos abiertos. En 1990 me pidieron si podía hacer un reemplazo y a los tres meses me pidieron que me quedara. Y estoy hace 25 años. Tengo un régimen bastante libre porque cumplo una función acá más que un horario, lo que me permite ir todas las semanas a Pergamino a trabajar en la Clínica de esa ciudad, lo que hago desde 1976.
¿Qué diferencias tiene su trabajo en Pergamino con el de Buenos Aires?
En el CEMIC la atención médica está basada en el sistema de residencias, lo cual la convierte en una entidad con muchísima actividad docente. Esto implica reuniones, clases, charlas,  ateneos, cursos, cosas que a uno lo mantienen actualizado. En Pergamino la actualización depende de cada uno, y eso se hace difícil de mantener en el tiempo. Las residencias movilizan, hacen que todos participen de un modo o de otro, se debate permanentemente. En el servicio de Pergamino que dirijo logramos eso, nos reunimos todos los sábados, charlamos y discutimos los casos, pero no es habitual en todos los servicios de Pergamino por ahora. Hoy la formación continua es una competencia que uno no puede evitar. De todos modos la medicina de Pergamino es muy buena, es mucho más personalizada. Por otro lado, la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA) está brindando una herramienta que la comunidad médica debería aprovechar.
¿Cuál es la parte preferida de su trabajo?
Definitivamente la hemodiálisis. Me llevo muy bien con el paciente crónico, al cual se le puede brindar una esperanza. No me atraen los pacientes agudos, no me atrae la adrenalina del paciente que está en terapia intensiva. La época más feliz de mi vida fue cuando dejé de hacer terapia intensiva. Me gusta sentarme, conversar con el paciente, analizarlo globalmente, ver qué le está pasando en cada parte de su cuerpo. Creo que el médico debe ejercer la contención. Es poco lo que curamos y mucho lo que ayudamos a superar. El riñón es un órgano muy noble que en la mayoría de los casos no protesta hasta que es demasiado tarde. Hoy la diálisis salva millones de vidas.
¿Y en cuanto a la actividad docente?
Soy docente hace casi 15 años, y desde el 2010 soy Decana. Soy responsable de ver cómo marcha cada carrera. Di Medicina Interna, fui coordinadora del Ciclo Clínico Quirúrgico. En el medio organicé el Curso Avanzado de Hemodiálisis de la Sociedad de Nefrología, que dirigí durante 6 años. Trabajé en las sociedades científicas y escribí 2 libros sobre la temática. Pero hoy el sistema de enseñanza está cambiando, la información se encuentra en cualquier lado así que hay que replantearse las formas. Creo que mi generación produjo muy buenos médicos, así que el sistema anterior también funcionaba. Es que la gente brillante aprende con cualquier sistema, pero la enseñanza tiene que ser inclusiva para que todos avancen. El desafío es enseñar a pensar.
Le pregunto qué disfruta además de su actividad laboral y me habla de sus hijos. Me cuenta que son adultos, uno ya vive solo y la otra se irá a la brevedad. “Me gusta tener la casa a mi disposición y estar sola. Nunca me aburro, siempre tengo cosas que hacer. Soy una lectora empedernida, me encantan los policiales y la ciencia ficción. En una época pinté, además saco fotos”. Me señala unas fotos colgadas en la pared, me cuenta que son de Guatemala, Ecuador y Cabo Verde. “Me gustan las fotos no preparadas, espontáneas, escenas que uno capta”.
Por último, le pido indicaciones para cuidar mis riñones. “No hay indicaciones específicas, de vez en cuando un análisis de orina y de sangre, tomar agua suficiente. Después de los 50 años controlarse la presión regularmente, no engordar, hacer actividad física. Es decir, hacer una vida saludable, nada distinto a lo que se recomienda para otras enfermedades. La vida saludable es lo único que prolonga la vida”. Y como manda el dicho, en casa de herrero cuchillo de palo. “Nunca me hice un análisis de orina. El día que me anime me lo haré yo misma”.

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