MEDICO DE MI PROVINCIA. DR. DAVID AGUIRRE

06 de Septiembre de 201712:15
David Haroldo Aguirre es médico, asociado al Círculo Médico Juárez, aunque nació en General La Madrid en 1963. Especializado en clínica quirúrgica es  amante de los libros de filosofía, espiritualidad y psicología transpersonal, escucha música clásica, medita y practica yoga. Afirma que “mi sueño y lo que me impulsó a estudiar ciencias médicas fue la medicina humanitaria y el servicio a Dios y al prójimo”.

¿Dónde empieza a desarrollar su vocación?
Viví en La Madrid hasta los 10 años y luego en Coronel Suárez  hasta los 17 cuando me fui a estudiar a Buenos Aires becado por el Rotary Club de esa ciudad. Tuve la ayuda económica de un tío médico, Daniel Aguirre, de General Lamadrid y de una tía enfermera que vivía en California. Egresé de la Universidad Nacional de Buenos Aires en 1987. Hice la residencia médica de cirugía general, 4 años, en el Hospital Penna y luego una segunda residencia de 2 años, en cirugía oncológica en el Instituto Nacional de Oncología, Dr. Ángel Roffo, ambos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El mundo se me abría, el desafío era enorme y las ganas de servicio predominaban por sobre todo. Fue entonces que entre 1994 y 1995 trabajé ad honorem en Cuzco para la Asociación Benéfica Cristiana Promotora de Desarrollo Integral (ABC PRODEIN PERU), en los hospitales San Bernardo y San Andrés. Trabajé a favor de gente de la puna y alrededores del Cuzco, la mayoría quechua parlantes. Ahí me enamoré de Rosa una cusqueña con la que me casé y de ese amor nacieron Angie (19), Denise (16) y Jasmine (14).

¿Luego de esos dos años se imponía el regreso?

La vida te pone encrucijadas. Estuve a punto de abandonar la medicina y comencé a estudiar letras en la Universidad de Lomas de Zamora pero ese indudablemente no era mi destino. Esa ráfaga pasó y el médico le ganó al hipotético escritor. Trabajé como cirujano en la clínica Monte Grande hasta 1997 cuando en un segundo intento de realizar medicina humanitaria fui al sur de Ruanda con la organización “Médicos en Catástrofe” a una localidad llamada Nyamata, a 60 kilómetros de Kigali, la Capital del país. Solo estuve allí 2 meses, como único médico del hospital de Nyamata, era médico generalista, cirujano, ginecólogo-obstetra, pediatra, odontólogo, de todo. Hablo francés pero además había un chico que me traducía el kiñaruanda, la lengua de los pacientes.

Una breve e intensa experiencia…

Si. Y la tercera y última experiencia ocurrió tras un nuevo paso por la  Clínica Monte Grande y en febrero de 2000 me fui a la India con mi esposa embarazada de mi segunda hija y la mayor que tenía 3 años. En esta ocasión a trabajar con la Fundación Vicente Ferrer (*) en el hospital de Bathalapalli, distrito de Anantapur, Estado de Andhra Pradesh. Pusimos en marcha ese hospital, empezamos 4 médicos con un hospital de 40 camas, un quirófano, una sala de partos. Luego éramos 12 médicos y 110 camas, 2 quirófanos y hasta una pequeña unidad de terapia intensiva. Yo era el único cirujano, a veces con algún pasante, hacía unas 900 operaciones por año.

Muchos van a la India en búsqueda de iluminación. ¿Fue su caso?

La tan promocionada iluminación no la encontré pero se me abrió mucho la cabeza y reconozco esa etapa de mi vida como la más linda, disfrutando a pleno la profesión pese a las dificultades para comunicarme con los pacientes, ya que requería de una enfermera que hable inglés para que me traduzca la lengua de las enfermeras, el telugu (lengua hablada mayormente en los estados de Telangana, Andhra Pradesh y el distrito de Yanam, donde es un idioma oficial). Descubrí que la medicina humanitaria era un instrumento, que fundamentalmente lo mío era una búsqueda espiritual, era ampliar los horizontes del cristianismo y la religión.

¿Por esos tiempos, retornar a Cuzco estaba en los planes?

Sí. Fue a mediados de 2003, cuando volvimos con mi esposa embarazada de mi tercera hija. Allí trabajé como cirujano en la clínica Pardo hasta fin del 2005, ya no en medicina humanitaria ad honorem, sino en medicina privada, especialmente con turistas”.

¿Cuál es el balance de practicar medicina humanitaria?

Es positivo aunque las dificultades son muchas. No es fácil encontrar organizaciones que te reciban y que trabajen bien. En cada lugar tuve experiencias maravillosas y  también decepciones.

¿Lo volvería a hacer?

Quizá. Pero la experiencia me dice que no es necesario viajar a lugares remotos para practicar una medicina desde el corazón, eso está al alcance de todos en el mismo lugar donde nos encontramos ahora.

¿Por qué el retorno y esta residencia en Benito Juárez?

Son muchos los porqués. Porque tenía nostalgia por los horizontes largos de la pampa, por los aromas de estos campos y las ganas de criar a mis hijas en el ambiente tranquilo de un pueblo, porque vivo en una quinta, tengo una huerta y muchas plantas, porque me gusta el hacha y la azada, porque me traen recuerdos de la vida en el campo en Coronel Suarez y porque aunque soy plenamente consciente de las ventajas del vegetarianismo me resisto a abandonar ese rito tan nuestro de la carne al asador, no a la parrilla, de sentarme frente al fuego y disfrutar de la charla.

¿Cómo es su vida profesional en Juárez?

Trabajo desde enero de 2006 en el hospital como cirujano de planta y en mi consultorio. Fui secretario de Salud del municipio entre 2007 y 2011. Colaboro con la filial local de Liga Popular de Lucha Contra el Cáncer (LIPOLCC) organizando actividades de prevención de enfermedades y promoción de la salud, entre las cuales suelo dar charlas para todo público como medicina ayurvédica, espiritualidad y salud, un ciclo sobre filosofía de las religiones universales y este año un ciclo de 5 conferencias sobre medicinas alternativas y complementarias. He dado tres: ho`oponopono, terapia gerson, nueva medicina germánica y me quedan pendientes dos, medicina antroposófica y medicina cuántica. Gracias a Dios todas estas charlas tienen muy buena aceptación.

¿Se me ocurre que la búsqueda es su objetivo de vida?

Exactamente. El impulso vital a lo largo de todo mi recorrido ha sido siempre la búsqueda de Dios, de mí mismo, responder las preguntas fundamentales: quién soy, cuál es el sentido de la vida, si es que hay uno, encontrar la anhelada paz interior y disfrutar del placer en las pequeñas cosas.

(*).La Fundación Vicente Ferrer (FVF) es una ONG de desarrollo comprometida con el proceso de transformación de una de las zonas más pobres y necesitadas de la India, de los estados de Andhra Pradesh y Telangana y de las comunidades más vulnerables y en riesgo de exclusión, incluidos los dálit, los grupos tribales y castas desfavorecidas.
Entrevista. César Mc Coubrey
Edición Gabriel Negri

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