Médicos de Mi Provincia: doctor Marcelo Gracia

04 de Octubre de 201616:00

Marcelo Gracia es médico anestesiólogo por elección y también por influencia familiar: su padre era Psiquiatra y su madre es Médica Clínica jubilada. Gracia nació hace 52 años en la Capital Federal, donde vivió hasta la edad de 33 años. Allí estudió en la Universidad de Buenos Aires.

Entre los recuerdos más fuertes de su infancia está aquel quinto piso del departamento de Caballito, a una cuadra del Parque Rivadavia, con la puerta abierta de par en par y decenas de pacientes agolpados en la sala de espera . “Creo que eso me marcó para luego estudiar medicina”, afrima. “Cursaba la facultad todas las mañanas y luego, hasta las 21hs, trabajaba en una oficina del Estado. Durante mucho tiempo nos encontrábamos a las 10 de la noche  con mi amigo Luis en un bar de Almagro para estudiar hasta las 2 de la mañana, hora en que el mozo apagaba las luces del frente y empezaba a levantar las sillas y a limpiar. El esfuerzo y el sacrificio me templaron”, asegura Gracia.

Una vez recibido, renunció a su trabajo en el Estado y empezó a hacer guardias en el Hospital Piñero, tanto en la guardia general como en la U.T.I. (Terapia Intensiva). “Me transformé en un apasionado por la Emergentología. Durante algunos años trabajé muy duramente en las ambulancias de S.A.M.E. El ímpetu y la fortaleza, propias de la juventud y el descubrir ese mundo nuevo marcó esos años de manera imborrable”.

¿A qué se debe su traslado a Laprida, localidad del centro sur de nuestra provincia?

La historia es así: mi esposa, Claudia, es de Azul. Cuando tenía 18 años, viajó a la Capital Federal por un tema circunstancial y ahí nos conocimos. La invité a salir, caminamos toda la tarde y la noche sin parar, recorrimos toda la ciudad de Buenos Aires. Y por la mañana, nos pusimos de novios. Aunque yo estaba perdidamente enamorado, éramos muy jovencitos y el romance duró solo un tiempo. Luego, cada uno siguió su camino. Veinte años más tarde, como si nada hubiese pasado, la vida nos volvió a juntar. Encontré trabajo en Laprida y aquí vivimos desde entonces. Ahora conviviendo con mis cinco perros: Negrito, Mira, Manta, Alma y mi gran amigo Calú.


Decir en Laprida Dr. Gracia es sinónimo de A.P.A.L. (Asociación Protectora de Animales de Laprida), entidad de bien público y sin fines de lucro que desde hace 5 años preside y a la que, junto a otras personas de la comunidad, dedica mucho tiempo, resignando horas de deporte, de siesta, de ocio, dinero, vacaciones, y poniendo neuronas, angustias, y hasta algún problema coronario. “Tenemos nuestra página de Facebook, Amoresperros, donde pueden entrar y darle un “me gusta”, menciona Gracia.

Su pasión, fueron, son y serán los animales, con los que mantiene un vínculo muy íntimo desde su infancia.

¿Dónde nace este amor?

Mi infancia transcurrió rodeada de animales exóticos. Teníamos una mona tití llamada Verónica, que vivió con nosotros mucho tiempo, tal vez 12 o 15 años. Vivía suelta, se portaba bien, subía por una cortina hasta el barral, andaba por toda la casa y de noche dormía dentro de una jaula grande que era como su cucha. Era habitual que se trepara por las piernas y que se subiera hasta el cuello de cualquiera de nosotros y allí permaneciera el mayor tiempo posible. Verónica quería mucho a mi hermana Cora y dormía la siesta con ella, acurrucada en su cuello.

¿Estas prácticas no son hoy en día condenadas por los amantes de la preservación de  la fauna?

¡Y yo avalo esa deleznable costumbre! En aquellos años, fines de los 60, era común que la gente comprara o trajera del interior del país distintos tipos de animales silvestres.

¿Compartió su vida con algún otro animal exótico?

Una fue la hermosa puma Chila. No conozco los detalles sobre cómo apareció, creo recordar que fue capturada por un gaucho siendo cachorra y se la iba a matar y en esa ocasión un vecino nuestro logró rescatarla. No he visto a otros pumas de cerca, pero Chila al menos, no era un felino de gran porte. Era absolutamente amigable y se le cortaban semanalmente las uñas para que no desgarre alfombras o frazadas. Por lo demás, estaba entera, con sus colmillos y todo. Convivió con nosotros un tiempo hasta que su dueño se mudó y se la llevó.


¿Podríamos terminar la nota con algún animal menos intimidante que haya tenido?

Un zorrino….y si me pregunta por el olor, a todos les explico que la orina del zorrino solo despide feo olor a modo de defensa ante un ataque. Lo conseguimos en unas vacaciones con mi familia en Villa Gesell. Yo tendría 12 años, lo encontramos en el medio de la ruta, solo y temblando. Era un cachorrito que entraba en el cuenco de una mano. Mi papá decidió levantarlo con el fin de asistirlo y devolverlo a la naturaleza. Lo que él no sabía es que los zorrinos son animalitos absolutamente domesticables, cariñosos y juguetones. Son como los cachorros de perros y es suficiente que lo cuides o le juegues para que se haga doméstico de inmediato. Hice un agujero en un viejo almohadón que teníamos y esa fue su cucha durante la noche o la siesta.

César Mc Coubrey
Edición Tomás Malata

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