Dr. Osvaldo Cané. Círculo Médico de San Antonio de Areco.

17 de Julio de 201611:07
Osvaldo Cané es un reconocido neumólogo de  San Antonio de Areco y director médico del Hogar San Camilo, donde viven chicos y chicas con discapacidades motoras graves. En el marco de la relación médico paciente cree que la deshonestidad profesional es lo que más degrada la figura del médico. Su pasión por las letras lo llevó, junto con su padre, a publicar un libro. Además. Creo un blog dedicada a la genealogía de su familia.

¿Usted está de acuerdo con el aserto de que ser médico es un apostolado?.

Lo vivo así. Siento el deber de trabajar como médico, no sólo para subsistir, sino también para ayudar a las personas que sufren. Tomé la decisión de estudiar medicina en el 4º año del colegio secundario. Si tuviera que elegir nuevamente, elegiría medicina, sin dudarlo. Tengo una
fuerte vocación. Creo que Dios tuvo ese sueño para mí.

¿Nació en San Antonio de Areco?         
Nací en Wheelwright, provincia de Santa Fe. A los 11 años nos mudamos a San Antonio de Areco. Ahora tengo 65 años y me considero tan arequero como el que más.  Pero mantengo intacto el amor por mi lugar de nacimiento. Como me gusta escribir, hace unos ocho años con mi padre publicamos un libro, “Tras las huellas de Marciano Gorosito”. Relata la historia de un gaucho santafesino que había vivido en mí pueblo. Por otro lado, hace un par de años cree un blog sobre mi historia familiar que se llama “Mis Ancestros” http://varengo.blogspot.com.ar/    Es algo que comparto con mis familiares que viven en otras partes de la Argentina  y actualmente me encuentro investigando sobre los antecedentes fundacionales de Wheelwright y tengo pensado publicar un libro sobre el tema.  
En las escuelas públicas de San Antonio de Areco  terminé la primaria y me recibí de bachiller. Hace 43 años me casé con Olga con la que salgo a caminar o andar en bicicleta al menos tres veces por semana.  Fruto de nuestro amor nacieron Santiago (42), es psicólogo y trabaja en la Colonia Montes de Oca como coordinador de rehabilitación; Virginia (38) es enfermera profesional y desempeña sus tareas en la terapia intensiva de adultos del hospital Universitario Austral y Juan Manuel (36), relacionista público en una empresa muy conocida de Buenos Aires.

¿Cómo transcurrió su carrera de estudiante?                  
Con unos amigos que también iniciaban carreras universitarias  nos fuimos a Buenos Aires y vivíamos en un departamento alquilado. Aprobé el ingreso a medicina en 1971 y mi última materia de la carrera (ginecología y obstetricia) la di en noviembre del 76. Al año siguiente, en el mes de mayo, obtuve el diploma.
En 1974, cuando cursaba el 4º año de la carrera, ingresé  a la Unidad Docente Hospitalaria del Hospital Mariano Castex de San Martín. También comencé con las guardias como practicante en el hospital Municipal de Pilar. Por esos años estaba aprobado por la Municipalidad de ese Partido el “practicantado médico”. En este sentido, todas las prácticas médicas que realizábamos eran supervisadas por un médico interno (cirujano), responsable de la guardia. Durante esos años, que fueron tres, adquirí una gran experiencia médica, sobre todo en emergentología.      
 
¿Qué le gustaba?    
Me gustaba y me gusta  mucho la neumonología.  Y para profundizar mis conocimientos, luego de recibido, comencé a realizar una concurrencia en el hospital Muñiz en 1982,  en este mismo hospital terminé el Curso Superior de “Médico Tisioneumonólogo Universitario” otorgada por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).
Desde 1977 había comenzado a realizar guardias en el Hospital Municipal de mi ciudad donde  fui nombrado médico de planta en el servicio de neumonología y hasta ahora  estoy a cargo del Programa de Control de la Tuberculosis.                                                                    
 
Aquí cerca, en el pueblo de Vagues, atiende a personas portadoras de discapacidades severas.                                                                                                                                                                                                                                                     
Así es. Eso daría para otra entrevista. Solo te comento que se llama Hogar San Camilo, que es una institución fundada en 1978 por los Religiosos Camilos y desde sus inicios soy el director médico. En ese lugar y en la atención de estas personas descubrí el verdadero sentido de la dignidad de la actividad médica.                                                                                                                 
 
¿Cómo se posiciona cuando en circunstancias extremas el paciente ve al médico como semidioses?                                                                   
Es lógico que ello ocurra porque el paciente juega su vida y nosotros tenemos que actuar  no como semidioses, solo como buenos médicos.     
 
¿Y para lograrlo qué se debe hacer?
Lo primero y principal es tener una adecuada formación profesional y esforzarse por cultivar y encarnar una serie de valores e intentar integrarlos a sus conocimientos. El tema es complejo y en mi caso en cuanto al vínculo con los pacientes, podría decir que fue cambiando con el tiempo. En los comienzos de mi actividad profesional, dada la escasa formación humanística que recibí durante la carrera, la relación que entablaba con ellos no pasaba del plano técnico. Pero al poco tiempo fui descubriendo la dimensión humana de las personas que atendía. Fue así que sentí la necesidad de formarme en el plano humanístico, sin por ello dejar seguir haciéndolo desde la ciencia médica, lo cual, sin duda, debe ser permanente, hasta el último día de la actividad. Para ello hice un curso de psicoterapia en la Escuela de Psicoterapia Simbólica, con una duración de dos años y otro de tres años en logoterapia en la Universidad Católica Argentina (UCA). No con el fin de hacer psicoterapia, sino porque en estas escuelas recibí la formación humanística que buscaba. Una comprensión del hombre total, y a partir de ello logré establecer un mejor vínculo con los pacientes. Y cuando hablo de vínculo hago referencia al plano humanístico, es decir, al trato humano o humanizado.  
En este sentido veo que en el ejercicio de la profesión, en términos generales y sin entrar a explayarme sobre las causas, la relación médico-paciente se deshumanizó con el tiempo. El desafío de quienes ejercemos esta noble tarea es revertir tal estado de cosas; debemos humanizar cada vez más la relación con las personas que atendemos. Y es acá donde cobra importancia el vínculo, el cual debe estar cargado de valores, tales como el respeto, la empatía, la amabilidad, el compromiso, la disponibilidad, la bondad, la justicia en la atención, esto es, atender de la misma manera, tanto si trabajamos en el nivel privado como en el hospital público; la ética profesional que incluye la relación con los demás colegas, que debe ser de respeto y compañerismo y por sobre todo la honestidad profesional. En este sentido, debemos cuidarnos de no defraudar al paciente, de no abusar de la confianza que deposita en nosotros. A mi entender, la deshonestidad profesional es lo que más degrada la figura del médico.                                                                                                        
 
¿De qué manera lo ocupa?
Leo libros de filosofía  y por supuesto sobre medicina. En el plano social hago un culto de la amistad. Me parece algo sumamente importante en la vida de las personas. Todos los viernes nos reunimos con amigos a comer un asado y divertirnos. Contamos cuentos, recordamos épocas pasadas y otros temas que me distienden. Por otro lado, con mucha frecuencia los días sábados salimos con mi mujer a cenar con parejas amigas o nos juntamos en la casa de algunas de ellas.
Edición. Gabriel Negri/Tomás Malato.
 
 

 

 

 

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